Frío!

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jueves, 8 de enero de 2009

“Aunque haya pasado por todo lo que he pasado, no me arrepiento de los problemas en los que me metí, porque fueron éstos justamente los que me trajeron adonde quería llegar. Ahora, ya cerca de la muerte, todo lo que tengo es esta espada, y se la cedo a todo aquel que quiera proseguir su peregrinaje”.

“Llevo conmigo las marcas y cicatrices de los combates, que son testigos de lo que viví, y recompensas de lo que conquisté. Son estas queridas marcas y cicatrices las que van a abrirme las puertas del Paraíso”.

“Hubo una época en la que viví escuchando historias de bravura. Hubo una época en la que viví apenas porque tenía que vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero, y porque quiero estar un día en la compañía de Aquél por quien tanto luché”.
Un hombre puede obedecer a otro por dos razones: por miedo a ser castigado, o por amor. La obediencia que proviene del amor al prójimo es mil veces más poderosa que el miedo al castigo. (Mahatma Gandhi, 1869-1948)
¿Qué tienes a tu alrededor? No hay alegría ni fortaleza, sólo terror en este bello atardecer. Terror de quedarse solo, terror de la oscuridad que puebla la imaginación de demonios, terror de hacer alguna cosa ajena al manual de urbanidad, terror al juicio de Dios, terror de los comentarios de los hombres, terror de arriesgarse y perder, terror de ganar y tener que convivir con la envidia, terror de amar y ser rechazado, terror de pedir un aumento, de aceptar una invitación, de ir a lugares desconocidos, de no conseguir hablar una lengua extranjera, de no tener capacidad para impresionar a los demás, de hacerse viejo, de morir, de hacerse notar por los defectos, de no ser notado por las cualidades, de no ser notado ni por defectos ni por cualidades.

Es

Por eso, para los amargos, los héroes y los locos resultan siempre fascinantes: porque no tienen miedo de vivir ni de morir. Tanto los héroes como los locos son indiferentes ante el peligro, y siguen adelante aunque todo el mundo les diga que no deben hacer determinada cosa. El loco se suicida, el héroe se ofrece al martirio en nombre de una causa –pero ambos mueren, y los amargos se pasan muchos días y muchas noches comentando lo absurdo y lo glorioso de ambas acciones. Ese es el único momento en que el amargo tiene fuerzas para encaramarse a su muralla de defensa y mirar un poquito hacia el exterior, aunque muy pronto se le cansan las manos y las piernas, y regresa a su vida cotidiana...